cine quinqui



Recuerdos de un viejo cine de barrio, en los años 80, una de aquellas tardes de domingo en que como plato fuerte de una sesión doble, se proyectaba por ejemplo “Los últimos días del torete” a una enfervorecida audiencia de mocosos -cuando tal adjetivo definía con literalidad las fosas nasales de uno- que seguían con ruidosa atención -berreando, pataleando, mascando pipas furiosamente- las trágicas aventuras del protagonista, un maleante que, como en la película de Carlos Saura, Deprisa, deprisa (1981), vivía siempre a un paso por delante de la muerte.




Cine de marginados, de delincuentes, de bandoleros urbanos. En definitiva y esa es la etiqueta global, cine Quinqui. Un fenómeno que se ha querido desechar del imaginario colectivo, probablemente  por ser el reverso incómodo de esos años de la transición española que van desde finales de los 70 hasta bien entrados los 80, y por ser también la antítesis de la movida, mucho más respaldada y patrocinada por las instituciones culturales del momento.



En cuanto al origen del término quinqui, es la reducción de la palabra quincallero, una persona que fabrica o vende productos metálicos de poca calidad, en definitiva: quincalla,con la que tradicionalmente traficaban vagabundos, gente de baja estracción dedicada al robo y vendedores ambulantes, particularmente de la etnia merchera, a la que pertenece el protoquinqui por antonomasia, El Lute.





Películas que constituyen un documento imprescindible de una época, y que alcanzaron gran popularidad, como lo hicieron también sus bandas sonoras, ampliamente irradiadas desde las gasolineras de toda España en formato caset. Esta corriente, inevitablemente asociada a la rumba flamenca, estuvo sin embargo, ligada a otros estilos: 




Estos son Burning con “Es decisión” perteneciente a la banda sonora de una de las películas punteras del género: Navajeros de Eloy de la Iglesia. Como se ve rock and roll de manual. Que conecta además con otra categoría de kinki, por su referencia a Ray Davis de los Kinks. En fin, la variedad musical del género es amplia, y va desde el funk y el disco más pedestre con grupos como los New Trolls, que era un conjunto italiano que clonaba los modos discotequeros de los Bee Gees, hasta un cantautor al uso como Patxi Andión que puso música a otro hito del género: La estanquera de Vallecas. Canción protesta, rock, funk, flamenco y por supuesto rumba. Pero también rumba catalana como la del gran Gato Pérez incluida también en la banda sonora de Navajeros: 






Evocaciones de una Barcelona demolida por la piqueta preolímpica, que eliminó y más a menudo maquilló  escenarios de desesperanza y marginación como fueron el campo de la bota, el Somorrostro, La mina… Infiernos heredados del desarrollismo franquista, arrinconados en los suburbios de las grandes ciudades (como Vallecas en el caso de Madrid) en los que una Juventud sin empleo ni futuro se veía abocada en muchas ocasiones a una vida al margen de la ley. Es en este contexto en el que el quinqui se erige como antihéroe de una realidad injusta. Junto con Eloy de la Iglesia, el  cineasta más destacado de este tipo de cine es José Antonio de la Loma, el precursor de este estilo con Perros Callejeros, de 1977. Además es el primero en aportar un matiz muy particular a sus películas al escoger a actores no profesionales, para interpretarse a sí mismos en la vida real. Es también quien con mayor frecuencia recurre para sus bandas sonoras a las grandes figuras de la rumba gitana: 




Era una noche de pena y de llanto

Puesto que todo condujo al fracaso
iban los primos y los hermanos
iban a chorar y los delataron

esta es la historia de Juan castillo
con el chivato que fue a pucabar
tuvo un amor le quitaron la vida
y así los barba pudieron ajar

pero a uno de ellos le chitaron masti
y a los tirados otros a jarchar
pero con lagrimas en los ojos
solo me veo y sin caridad

tu fuiste el que lo mataste
si y ya no puedo negarlo
lo mate en aquel momento
al no poder controlarme

ahora me encuentro metido entre rejas
y con mis niños solos en la calle
virgen bendita de la Macarena
apiádate de ellos que no son culpables

en un momento de locura
perdí la noción del tiempo
madrecita de mi vida
yo con 30 años encima
aquí quedara mi cuerpo

La historia de Juan Castillo. Los Chichos.


Sin duda son los Chichos, junto con los chunguitos quienes mejor rentabilizan el género, poniendo música a éste mundo de atracos a mano armada, de persecuciones en 124, de jóvenes condenados. Y quienes además ilustran en carne propia otra de las lacras del momento, la de una generación diezmada por la heroína. 



Una corriente cinematográfica menospreciada, por una posteridad que ha preferido preservar la imagen más irreverente y frívola de esos años. Podemos encontrar toda la crítica social de la que carece el cine de Pedro Almodóvar, en una sola de estas películas. Desde esa perspectiva, y para terminar, una canción de la banda sonora de El Diputado, también de Eloy de la Iglesia, película que ilustra el momento social con gran detalle. El Rock de Europa, de Moris:   













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