vestido de verde hacia nunca jamás. fernando lópez guisado
(Entrada subida desde el centro de vacunación de la Fira de Barcelona 28/06/21)
Tras tantos meses
de incertidumbre, en estos tiempos que parecen haber puesto del revés nuestras
vidas, y que han dinamitado las expectativas que teníamos acerca de muchas cosas, -nuestro futuro, el de
nuestros seres queridos, de la sociedad en su conjunto…- y al recibir la segunda
dosis de la vacuna contra la COVID, me ha parecido que era el momento de hacer
mi propio homenaje, meditado y sereno, a quienes estuvieron siempre en primera línea.
Para ello he
elegido el libro de un compañero de la editorial Vitruvio: Vestido de verde
hacia nunca jamás, de Fernando López Guisado. Un libro escrito en plena
conflagración, en los momentos más duros de la pandemia, esbozado con la urgencia
de quien se aferra a una tabla de salvación.
Un libro que, lo confieso,
yo hubiera sido incapaz de escribir, seguro estoy de que el estupor me lo
hubiera impedido. Pero Fernando López Guisado es un poeta con una mirada muy
peculiar sobre la estrecha línea que existe entre el dolor y la supervivencia y
de algún modo dio con las fuerzas para hacerlo.
En la forma de una
voz – la de su yo poético- que parece
traspasada por un hambre de contacto humano auténtico, como decidida a
encontrar una forma de redención a la tristeza, escudando, poniendo el cuerpo,
luchando -con las armas de su trabajo de técnico de radiología- por vidas que
el más leve azar puede poner más allá de su control, en una definitiva tierra
de nunca jamás. De soledades así, de meditaciones en pasillos hospitalarios a
medianoche, en el ecuador de guardias agotadoras durante los peores momentos de
la epidemia, nació Vestido de verde hacia nunca jamás, un poemario en donde
Guisado ofrece un nítido recordatorio de la urgente necesidad de la
empatía ante el dolor. Una obra en la que el autor se nos muestra al desnudo, abatido
por la tristeza y la incertidumbre de su propia vida y abrumado por la plaga,
pero solidario y atento, por ejemplo, al sufrimiento de una madre que contempla el dolor de
su hijo.
Fragmentos de
vida dominados por la presencia del propio poeta, personaje tiernamente torpe e
imperfecto, con algo de sabio desaliñado, amante de voz inquieta, con las
ilusiones en peligro de extinción, destartalado, perseguido por los recuerdos,
herido pero aferrado a la trascendencia. Guisado, mira con ojos claros e
instigadores, nos desafía con momentos de verdad incómoda, incluso cuando
parece recomendarnos no fiar nuestra esperanza a las endebles defensas que la
sociedad dispone, sino a los propios recuerdos retenidos y atesorados por la
memoria.
La poesía de
Fernando nos interroga con una pregunta muy incómoda, sin exigir jamás que
tomemos partido, sino simplemente iluminando el espacio profundo de la
compasión: ¿qué queremos hacer como individuos?, ¿elegimos entregarnos a
nosotros mismos, a nuestras congojas, a la indolencia del pesar, a los
insondables ensimismamientos del yo?, ¿o a nuestros semejantes, al otro, al
dolor del otro…?
Quién tiene el valor de responder a esa pregunta, y qué precio tiene hacerlo, es el dilema que subyace en el fondo de este libro.
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