macCartney entre rejas.





En los días finales de 2020, casi en tiempo de descuento, Paul MacCartney, se desmarcaba con uno de los mejores discos de aquel  año, una verdadera lección de maestría, titulada MacCartney III. 





Se trataba de un trabajo de rock clásico, sin artificios, un disco realmente estupendo, compuesto durante el confinamiento impuesto en  el Reino Unido por causa de la pandemia de COVID, en el estudio de grabación con el que por lo visto cuenta su humilde castillo. Es el tercero de una serie de discos, compuestos e interpretados íntegramente por el músico, sin ninguna colaboración ni ayuda ajena. Llega cuatro décadas después del anterior, y en circunstancias que hacen recordar aquél Maccarttney II de 1980. Porque si hablamos de confinamientos, hemos de recordar la otra ocasión en que milord se vio retenido contra su voluntad. 




Estamos en 1980, The Wings, la banda con la que Paul MacCartney alterna sus proyectos en solitario, tras la disolución de los Beatles, anda por su sexta formación, han pasado unos meses desde el lanzamiento del último disco del grupo Back to the Egg y se disponen a dar una serie de 11 conciertos en Japón. Paul y Linda viajan desde Nueva York,
el resto de la banda desde Londres. Es el 14 de enero de 1980, un avión aterriza en la terminal de Narita, Tokio. Desembarcados del avión, los pasajeros desfilan ante el ceremonioso personal de seguridad del aeropuerto, que realiza una inspección rutinaria de equipaje. En cierto momento un atildado mequetrefe de ojos rasgados, cae sobre una
maleta y al abrirla lo primero que le salta a la vista es una bolsa de 218 gramos, -casi un cuarto de kilo- de marihuana para uso recreativo. Desde el otro lado de la mesa una de las personas más famosas del planeta le devuelve una mirada llena de inocencia. En ese momento Paul MacCartney no es consciente de que se enfrentará a la posibilidad de pasar 10 años en una prisión japonesa. 




Imaginemos lo siguiente: una larga hilera de pequeñas celdas de sencillez monacal alineadas a lo largo de un corredor de un blanco inmaculado. En uno de los pequeños cubículos individuales, pasa la cuarta de sus nueve noches en prisión, un caballero del imperio británico. Como vecinos tiene, por un lado, a un estudiante marxista que
chapurrea algo de inglés, y por otro a un miembro de la yakuza, que le persuade insistentemente para que cante, una vez más yesterday. Es el día a día de un peculiar recluso que, para la mentalidad japonesa, parece caído del espacio exterior. Sin embargo poco a poco las barreras culturales van cayendo y ambos mundos empiezan a comunicarse. ¡Toyota, Kawasaki, Yamaha! grita MacCartney desde su camastro, a lo que un coro de hampones nipones le responde: ¡Johny Walker! 





Afortunadamente, mientras tanto, la presión de la opinión pública y las gestiones de la diplomacia americana e inglesa han hecho mella en el ánimo puritano del gobierno japonés que finalmente desestima la acusación. Paul y Linda se apresuran en abandonar el país tras la traumática experiencia que, además, ha supuesto un desastre financiero por la cancelación de los conciertos. Será también el final de los Wings, Paul se siente traicionado por sus compañeros: todos ellos abandonaron el país tras la detención. Poco después Denny Laine, el guitarrista y cofundador de la banda, le dedicaría un tema desdeñosamente titulado Japanese Tears, lágrimas japonesas. ¿Y qué decir de alguno de
sus viejos amigos ex-Beatles? Pues que tampoco fueron muy expresivos en su solidaridad.





"¿No sabía que su puñetera cara la conoce todo el mundo, que es un Beatle y no puede andarse con tonterías?" Así de cariñoso se refirió al incidente John Lennon, quizá algo picado de envidia, y sin dejar de escuchar, Coming Up, que le obsesionaba hasta tal punto, que pudo ser un detonante para la grabación de Double Fantasy. Pero esa es otra historia... Por su parte, Maccartney, tardaría años en volver a pisar el país del sol naciente.



Comentarios

Entradas populares