DAMNATIO MEMORIAE (DE PEDRO ALCARRIA Y JOSE ANTONIO ORTIZ)




Damnatio Memoriae. Una Nouvelle poética de Pedro Alcarria, 
ilustrada por Jose Antonio Ortiz





INTROITUS


-Por lo que dice fueron niños felices e ingenuos...
-En cierta forma sí, como calles de sentido único.

-Hay quien diría que estaban atrapados y sitiados.
-Sin duda, el balance pese a todo es positivo.

-¿Recuerda usted al penultimo alquimista?
-¿Se refiere a mi hermano?

-Hay pocas vidas más desgraciadas que la suya, si comparamos lo que
hizo por la humanidad con su recuerdo, ¿no cree?
-El vertigo de una caída libre, un criminal de guerra.

-¿Dadas las circunstancias, éso es bueno o malo?
-Es una inacabable tragedia.

-¿Matar al padre, quiere decir?
-Hablo de un terror abstracto.

-¿Pero comprende su encrucijada?
-Ahora veo inevitable que acabara perdiendo el control.

-¿Alguna imagen de su padre en aquella época?
-Era el amo de la casa, lo veo sujetar su santoral, la guía secreta
tras la necrológica.

-Sus últimas palabras?
-Déjame vivir. No entiendo porqué nos matan.

-¿Conoce el paradero de su hermano?
-Quíen sabe, ¿dónde se esconden los profetas?

-Hay quien vuelve después de un año de ausencia.
-En su caso no parece probable.

-¿Recuerda cómo conoció a su prometido?
-Fue en una sesión de tarot donde acordaron la rendición
incondicional del mundo.

-Se fugaron juntos y sin embargo todo acabó bien para usted por lo
que veo, superaron todas las dificultades.
-Toda casa, toda escuela, todo hogar es un refugio.

-¿Habla de aquel imperio católico?
-Hablo de una construcción reflexiva, de una alianza hostil contra
el gran frío.

-¿Lasciate ogni speranza, por así decir?
-Digamos que caer en el histerismo es indigno.







I

Dios se consume lejos de su rostro mortal
juntando primaveras y animales.
Une en secreto a la niña y al muchacho
y los pone en la llama del hogar.
Transcurren quietas las estaciones,
corren lentas en la terraza con paso triste
las cosas paradas.
Los seres vivos amenazados de sequia y tristeza
dan flores de agosto.
Rosas en los cristales del cenador se astillan
como salvas o facetas de un terror innato.
La gente de ésta casa desea la luz,
pero heredó una larga vida sin albores,
la ciencia que lleva a crecer ciego
y sometido a un martillo.
La suma de cuanto sucedió no ha cambiado,
se puede leer en sus caras.
Yo soy tu madre Eva, dice una jugando,
que al llegar a querer aún sufre más de su herida,
María mira hacia arriba en la imagen,
presiente la ceremonia que toma forma,
desea huir antes del fin.
Otra decidirá un día mirar por la ventana,
y tendrá miedo al ojo del diablo y caerá hacia atrás
y viendo esto sus hermanas la levantarán como muerta.
Ésta es también la historia de la que bajó
a los rituales y salmodias consagrados a borrarse el sexo,
y de la figura doble del hijo de la celebración,
que lleva ahora en la frente un remoto bebé,
muerto por generaciones y ciego.
Tragedia de reconciliarse con la muerte,
Miserable corazón de miedo y duda.
Amor mortal al enemigo.










II

La cópula en el surco arado dio un hijo,
un rey del hampa, un poeta apóstata y altivo.
La hija virgen granada, la más joven, la doncella,
uno de los diversos aspectos de la diosa.
Nació tras la noble visión del mes de mayo,
y es la nieve en ésta historia.
Pero no su amor que pertenece a la historia
del nombre de la muerte,
al regalo ponzoñoso de una intimidad
cuyo emblema es la amapola,
flor furtiva que crece entre la cebada o la carne.
Tortuga, isla de los juegos,
ciudad de la niña que fui, al verme ahora llorarías.
Fui instigada, celebrada como un copo de nieve
de preciosa talla.
Recordé lo que dicen en la escuela
pero me perdí riendo y girando
hasta olvidar.
Bailando tomó sus huesos el mundo y su alma el siglo.
Pero bailar en el amor está penado,
el vals rígido que le acaricia el pelo,
completa su curso en el infierno.
Ése hilo de sangre y alma es un vagabundo en llamas.
Apiádate Señor de la flor de mayo.
Noviembre tiene siervas ardientes.
Mujeres de luto que envía la noche a consagrar
el miedo.









III

Únicamente se acepta y comprende el castigo aplazado.
Habla de mí memoria descarnada,
infantil oriente de llegar a la vida,
provisional jardin de la juventud.
Usurpa tu américa dulce, tus pabellones secretos,
cierto horror en la textura de un folletín para
criadas.
Amenaza bordada sobre parasol o mantilla:
De aquí sólo se escapa con los pies por delante
o en el día de tu boda.
Para abandonar éste paraíso tronante
con moral de primera comunión,
para dispararme a los infiernos de la luz,
para escuchar las raices cuádruples de todo,
no me sirven los apellidos que entregaron
las almas de los muertos en la tierra,
en la fertilidad del suelo rodeados
de flores pudientes.
Es más placentera que éste extremo final de vida,
la espaciosa sombra, la oscuridad sin padre.
Extático por el temblor de arboledas y
arboledas de sombra subiendo desde la raiz,
para cantar mi deseo y mi corazón sin reposo,
para cantar salvajemente.
No me sirve, no me basta sentirme así
morir sin tiempo.
Háblame memoria de la tarea que me aguarda,
porque he oido igual que un loco,
con palabras que nacen
de la inspiración contra un testigo,
compartimentos de ira y aire hueco
que exigen su derecho y enferman:
No será la tuya la muerte del niño
que causa desolación y llanto en la casa.









IV


Los holocaustos, el recto rayo,
las palabras que describen el miedo,
las estafas astutas, largas entrevistas con héroes
disfrazados,
los tormentos de los lobos en invierno,
se despliegan y se ahondan mejor a oscuras.
A oscuras habló el deseo con ellas en su estómago,
entró en las mujeres por su belleza y luz secreta.
Entró él al jardín
Mantenga la puerta cerrada, el jardín es un lugar
tranquilo,
y en esta casa el terror goza de los beneficios de la
ley
con su ofrenda quemada,
la enemistad del inocente y la sierpe,
tomando la luz y el sueño que el padre cegó.
Atraido al encanto de un juego de meriendas
y estrategias bajo el parasol.
A una vida de besos mezquinos de buenas noches,
de virtudes despóticas y culpa acomodada.
Después de fornicar con mujeres dormidas,
y de bañarse en el desorden de los cuerpos huecos,
escapó a horcajadas de un escuálido corcel de enaguas.
Mostrándose al final en toda su gloria de invertido,
maestro de los vientos que declaman en vano,
expulsados de su curso en la tormenta.
Como un remolino en la tierra,
azotando a los bueyes y los santos.
La afrenta del amante se lava con tierra con
destrucción con llamas,
con la corrupción de un cuerpo en el suelo reunido en
agonía.
Pero el hombre generoso es más sagaz en la muerte y
destruye por piedad.








V

Los hombres no entran en la muerte para escapar.
Allí hay un mar en donde nadie se asienta
ni prospera, tal es su contorno.
Algo incompleto y vulnerable florece en un cadaver
tendido sobre la alfombra persa.
Tirita y madura en las fotos una vergüenza
y un dolor desnudo que lo explican todo.
Cuando mataron al padre solo quedó un cadáver cicatero,
proyectado en la sangre, apaleado.
No, no! Cesad la caridad que divide mi herencia!
La vida de un hombre de negocios
que soportaba una suma de huérfanos
y de hipotéticas raices quebradas,
ya no es nada.
El que usaba el canon de la manzana
para tasaros despacio
el precio y candor de la blanca ,
la roja fantasía de raptarla en lunes
solo un traje vacío.
De modo que sin saberlo abrió sus palcos y antesalas
a un claro extasis demoniaco.
Su edén al pensamiento de una caza salvaje.
Y a un mundo entero de hambre y de memoria
estallando ansioso de ver y de aplastar.
Las antiguas, las blancas nuestras se han entregado a otro
para cantar la ira,
las entregué yo mismo preparando el vacío oscuro de su
nombre.
El deseo empujó un traje hueco a su reposo,
y le selló los parpados.
Mis niñas...
Las cintas rosas, puestas todas en orden, hablando con
amargura del tiempo.









VI

Salve vencida, acicalada y pulcra señora
que enloquece sin nombre en su alcoba.
Gloria a ti, hiena de liceo, vampiro hospitalario, madre,
que los domingos decía el casamiento es el mayor azote
que ha asolado el mundo tras la guerra y la muerte.
La indecencia secreta ni el cariño pudoroso son posibles,
toda historia de amor excita un susurro de lascivia,
una sospecha en la insistencia y consejos de los beatos.
Líbranos del mal ahora y en la hora de la merienda,
tú que saldas el contrato al tercer hijo,
varón nacido de una madre que lo injuria
con la agresión de un matrimonio acordado
y un nombre bien rollizo.
Con la piel falsificada murío de anciana,
la muerte ligeramente granada en los labios
imitando la voz de la vida,
subsibstiendo esclava de sus actos,
consumida de rabia por el rumor de los rezos,
escrita en vano.
Para qué comenzó tu existencia
a éste letargo traspasado de dolor
y devoraste tu propia simiente
si duele más combatir el deseo.
Porque estaba desnuda y pequeña, sentada liviana en mi banqueta
con la viscosa lluvia del verano fuera gritando mi nombre. Porque
no voy a hablar de la belleza y artimañas masculinas cuando mi
juventud ya ha zarpado. Ni voy a hablar de los ojos y su relación
con el éxtasis, el culto a la muerte y las posibilidades de
transformación a través de ciertos vicios y cualidades militares.
Porque eran tiempos difíciles en los que ser mujer. Porque tras
una guerra cualquiera el más aguerrido alcanzaba la playa todavía
enojado por sus heridas. Porque los hombres, mudados en cerdos, te
embestían.
Crimen moral, insignificante trabajo la vida,
su texto y resumen jamás son el porvenir,
ahora como entonces, las mujeres han visto
colmada la copa del horror.










VII

En la misa, el fiel es un adicto a la ilusión de sacrificio,
sabe que en el cristo hay cierta aflicción de fénix hastiado,
pero se ajusta al ritual y no pregunta.
De esa ambigua unión con lo profano
nacen los santos y las abominaciones.
Nace el bastardo para ser airado,
para odiar y maldecir la sombra mortal
que escapa de Sodoma.
Imagina la ira y celos de uno fuertemente medido por el
dolor, sufriendo asedio tan grave que comió cuero y hojas.
Uno que gustó el fuego y la vida de munición.
Cartucho que su madre hurtó y subsiste
y combate bajo sospecha.
Reservado para el último momento o para el duelo.
Lo mataron en París en tiempo de guerra.
La armadura del cuerpo caída,
la vergüenza sacrificada,
animal de sentimiento impávido.
Frustrado su traje de locura falsa,
por una atómica y pura áura de moderna esperanza,
la afirmación de la pistola.
Disparo contra el amor, contra aquél que me reclama,
para anidar en su pecho y en las cuencas de sus ojos.
La vida del artista hacia el refinamiento del crimen,
ciertas formas razonadas de deseo y violencia,
o la negación de Dios, no pueden esperar perdón
ni recibir amparo.
Si más honda raiz y vida en la muerte.
El viaje a la muerte y sus promesas
lo hizo el otro más hermoso,
ahogado por horas y canciones,
cuidados e insomnios
en que se agota el alma.
Y morí al final de la tarea.
Y el viento sopló y pasó la tormenta.











ADDENDA

Un relato en primera persona,
ante el crucifijo, ante el poema,
es astuto pero impío, malicioso y sensual.
Un buen narrador exagera los hechos
y los rasgos para fijar un origen más allá del mito.
Pero sombra o lucha, sepultura o canción,
nada tiene origen, pues todo es invención,
todo es fragmento.
Admira el engaño de ocultar a la madre disfrada de doncella.
El esplendor de los que han muerto en la misma fe que
socavaron.
Los personajes de ésta obra son juguetes,
instrumentos de la vanidad de los autores.
Condenados al infierno,
a ésta anunciación perversa repetida,
su existencia carece de sentido real.
Tienen el doble destino del fénix,
razón sin fuego o fuego sin memoria.
Es la victoria amarga del papel.
Que igual que va la vida por encima de la muerte,
va el trazo sobre la preparación oscura del lienzo.





Reseña en Solidaridad Digital de la poeta y amiga Esther Peñas: 

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